Ese vehículo tan preciado


No es solo un autobomba. Es un compañero fiel, un testigo silencioso de cada urgencia, de cada madrugada en la que se parte sin saber con lo te encontrarás. Su misión principal es clara: llevar el alma del cuartel al corazón de la emergencia. Agua, herramientas, comunicación… sí, todo eso. Pero también lleva esperanza, coraje y la promesa de que alguien va a hacer todo lo posible por ayudar.



Siempre me he preguntado por qué le tenemos tanto cariño a estos camiones. ¿Será que sin bomberos no hay autobombas, o que sin autobombas no hay bomberos? No lo creo. Hay algo más profundo. Es el compromiso, la convicción de responder al llamado sin dudar, de salir con el corazón latiendo fuerte y la certeza de que ese vehículo no es solo un medio: es parte del equipo, parte de la historia.

Nuestros son cuidados con esmero y aportes propios. Detrás de cada chapa hay una historia, una vida salvada, un incendio contenido, una comunidad protegida.

En cada desfile cívico, aparecen relucientes, orgullosos. No por vanidad, sino porque representan algo más grande: el espíritu de servicio, el amor por lo que se hace, el orgullo de ser bombero.

Si lo analizamos fríamente, desde el costo-beneficio, el argumento es irrefutable. Una sola intervención que salve una vivienda ya justifica su existencia. Si se salva un edificio, un comercio o una industria… el valor del vehículo se vuelve insignificante frente a lo que se protege. Y si se salva una vida, entonces no hay cálculo posible. Porque no hay cifra que pueda medir lo invaluable.

En resumen, los bomberos seguirán arremangándose para mantenerlos, como siempre. No porque tengan un vehículo rentable, sino porque tienen algo mucho más poderoso: el orgullo de ser lo que son, y el amor por ese compañero de acero que los acompaña en cada misión.

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Categoría: Noticias